domingo, 2 de enero de 2011

Historieta vol 2

Una vez en el coche, aún temblando por haberme enfrentado a la autoridad, puse el aire acondicionado y, colocándome junto a la rejilla, inspiré los tres litros de aire que había perdido. Como tengo el filtro sucio y aún no había arrancado, más que aire esnifé gramíneas (me apunto ese nombre para una futura hija, Gramínea), lo que me hizo sentir inmortal (preguntadle a cualquier alérgico sincero).

Con la risa tonta, arranqué, mientras decía adiós con la mano al ertzaintza, que hacía como si no me conociese. Iba a tocar la bocina, pero me pareció excesivo… “caspita seborreica, se me ha olvidado pedirles un chaleco, y me hubiera ahorrado tener que comprarlo”.

Por culpa del rollo de sopla aquí, sopla allá, un espejo de cristal… iba con el tiempo en los talones. Y es que me encantan mis zapatillas con reloj digital en el talón (así nadie me pregunta nunca la hora).

Paré en un sitio a comer, pero ya habían cerrado la cocina (algo de cucarachas creo).

“Tengo un justificante, mire”.

El tabernero comprobó su autenticidad y explicó:
“No puedo hacer nada. Encima de que no tomas alcohol, no vengas pidiendo favores”.
Lo mismo que me dijo el sacerdote el día que me confesé por primera vez, cuando le pedí la absolución.

”Por favor, tenemos mucha hambre, llevamos casi cuatro horas sin comer nada. Mire mi amigo que famélico está ya, que va a Ikea y no encuentra ropa”

“Nos ha jodido, yo no encuentro ni la salida”

“Ah sí, la salida de Ikea. He oído hablar de ese hoax”

“No sé que es eso. Yo vivo aquí pero no hablo euskera, que soy de Vigo”

Al final, con nuestras tripas haciendo aún más ininteligible la ETB1, al hombre se le ablandó el corazoncito:
“Bueno, os regalo estos pinchos de ayer, que iba a tirarlos ya”

“¿Por quién nos toma? Nada de invitar, nos los cobra. Y riéguelos con unas cervecitas”.
Siguió mi indicación al pie de la letra, y derramó dos botellines por encima de tortillas y pechugas. La cantidad justa para quitarles el moho y matar a los bichitos que no sabían nadar.

“No me gusta generalizar” dijo mi amigo, cuando ya estábamos en la mesa degustando los manjares, “pero qué majos son los taberneros vigueses afincados en Vizcaya”.

Con el estómago lleno de salmonela, fuimos a la barra a pagar, donde el camarero charlaba con un amigo muy rubito y color gamba.

“¿Vigués?” pregunté al misterioso hombre.

“Sehr gut, und inhen?”

“Ehhh, no no, muchas gracias” respondí asustado mientras recogía el cambio.

“¿Qué te ha dicho el rubio ese raro?” me preguntó mi amigo, ya caminando hacia el coche, y asustado al ver mi rostro pálido (es algo a lo que no termina de acostumbrarse).

“Es un furtivo. Que si quería un himen”

“Pff, seguro que no compensa. Que luego el primer día que montes en bici, vas y lo pierdes”.


Fuera, junto al coche, unos niños señalaban mi parabrisas y reían.
“Ay, bendita ignorancia, se ríen de los macarrones” musité para mis adentros.

“Cuéntamelo, que yo también siempre he querido saberlo. ¿Por qué llevas cuatro macarrones pegados al parabrisas?”

“Otro ignorante… porque tengo un chinazo, y en un taller de lunas me dijeron que no me preocupase, que eso se arreglaba fácil con un poco de pasta y que no iba a más. Y querían cobrarme noventa euros…”

Nuevamente en carretera, miré el ordenador de abordo, y marcaba 116 km/h de velocidad promedio.

“Estamos haciendo muy buena media. Si tienes que hacer pis, baja la ventanilla”

“¿Pero no se te había estropeado hace tres meses el ordenador y se había quedado estancado en 116?”

“Ya está el listo que todo lo sabe… hala, ahora si quieres mear, te apañas sin bajar la ventanilla”.

Al rato, el ambiente estaba enrarecido… como con olor a orina.
“Espero que sea una fábrica de pis y que no hayas miccionado en mi asiento” dije, mientras le escrutaba con la mirada.

Y yo cada vez iba más rápido, tratando de subir la media, hasta que veo un coche de la ertzaintza. No estaban parando a nadie, así que respiré aliviado (todo lo aliviado que puede respirar uno olor a pis).

Justo al llegar a su altura, me dan el alto.

“No puede ser, no puede ser” bajé la ventanilla y zarandeé mi ticket eximente “INMUNIDAD DIPLOMÁTICA, INMUNIDAD DIPLOMÁTICA”, pero ellos seguían con el brazo levantado, así que me detuve a regañadientes, y pensando que sería por exceso de velocidad.

“Hola, buenas tardes, estamos haciendo un control…”

“Jodeeer, ¿otra vez? Yo pensaba que me parabais por la velocidad absurda”

“No, es un control de documentación. Papeles del coche y permiso de conducir, por favor”

“¿Pero por qué me paran siempre a mí? Si los que van haciendo el gilipollas y sin seguro son los de las Transit blancas, y vale que el mío es blanco, ¿pero furgoneta? Si tuviera un Golf, habría entendido la confusión ”

“Yo tengo un Golf y una Transit de coches particulares…”

“Lo mejor de cada segmento, sin duda”

“Y paramos al azar completamente. ¿Se puede creer que hace un rato hemos parado a un señor que era su primera vez en treinta y cinco años de carné?”

“Pues no, no me lo creo”.

“Deme los papeles”.

Busco en la guantera, completamente desordenada. Voy sacando para el asiento de atrás los aparatos de descargas de Jhon Andorra, los estimuladores de clítoris, mi maqueta de egb de una mitocondria de plastilina, el muñeco parlante de M.A Barracus... No encuentro el recibo del seguro.

“Tranquilo, no se ponga nervioso”

“No, si ya estoy acostumbrado, tranquilo… ¡a que no me lo ha devuelto el otro! Putos ertzaintzas… Huy, aquí está, menos mal, que esta semana tengo que romper la luna de un martillazo”.

Miro por el rabillo del ojo y veo como mira mucho mi carné de conducir, y lo pone al trasluz (para ver si lo he hecho con Photoshop y una hp 610) y habla con su compañero.

“Mmm, ¿cuántos años tenías en esta foto?” me pregunta el muy cotilla.

“No sé, trece o catorce, agente. Es que me hice un montón ese año y tengo que aprovecharlas, a veces las pongo hasta como sellos. ¿Por qué?, ¿parezco mayor?”

“Parece…talmente falso” dice mientras llama a otros dos, que también lo miran y siguen el cachondeito.

“¿Sabe mamá que tienes carné ya?, ¿llevas el coche al cole?”

“Je je, qué graciosos son ustedes. Pena que tenga algo de prisa y no podamos contar chistes sobre las fotos de carné de cada uno”

“Danos el de identidad anda, a ver si parece más real”.
“Huy no, el carné de identidad no, que tengo cara de etarra” respondo y, mientras lo digo, me doy cuenta de mi metedura de pata

Se ríen, “enséñanoslo” (el DNI, supuse)

Y ahí les doy mi carné (que he renovado hace nada, llevaba casi cinco años caducado), con una foto que me hice un día borracho en un fotomatón, por hacer la gracia, con todas las greñas tapándome la cara. Como se me habían acabado las del noventa y algo, usé ésas para el DNI.

“¿Esta foto es legal?, ¿con el pelo tapándote las orejas y media cara?” me pregunta extrañado mientras escudriña mi carné.

“Pues como no sirva ese carné… sólo me queda el del club Carrefour, y no lleva foto”.

“Sí, ahora creo que sí que sirven, que vale cualquier cosa” le dice un compañero que guarda cierto parecido con Tricky, el monstruo de las galletas.

“Bueno, vamos a comprobar tus datos por si acaso” me explica poco crédulo el que parece el jefe (porque tiene el pistolón más grande).

“Mmm, y por curiosidad, ¿cuánto costaría que nos olvidásemos de todo esto?” le pregunto.

“¿Cómo?” dice con los ojos abiertos como platos soperos.

“Me refiero a que no comenten luego con sus amigotes y esposas lo de mis carnés de ‘de niño a terrorista’ "
.
“No, lo siento, esto lo vamos a contar, jeje” responde el muy cabrón

Al rato viene el del walkie y dice que los datos son correctos, y que me renueve los carnés con dos fotos mejores, no por problemas ni nada, sino por sentirme mejor conmigo mismo.

“Vale, ya pondré alguna denuncia por robo. ¿Me dais un ticket del control?”

“¿Eh?”

“Bueno, da igual, ¿Si me encuentro con otro control qué digo?”

“Que vienes de aquí y que te dejen pasar, que te lo hemos comentado nosotros”

“Vale, ¿he ganado puntos para la bajilla?”

“Je, ojalá. No damos ninguna vajilla”

“No, digo la bajilla. Tu compañera la del fondo”

“Ah, no, no tendrías nada que hacer. Es vasca vasca...”

Historieta!

Estaba el otro finde dándome un voltio por Euskadi (hay quien se da un voltio por los testículos, pero son los menos... con un voltio apenas sientes nada), disfrutando del paisaje y sus carreterilias.

Había ido a Gernika (hombre, es bonito y tal, pero no había caballos con lanza, es un truco publicitario), y me dije, "aupa azote, vamos a hacer algo típicamente vasco".

Pensé en cortar troncos, pero cuando iba a por un roble grande, casi me detienen y no pude.

Otra cosa típica es invitar a una vasca a un montón de copas y que luego te dé largas, pero estaban todas ocupadas con vascos con ojillos de "hoy sí, hoy follo". Ilusos

Así que al final me fui de txakolís. Bueno, de txakolí, porque era domingo a mediodía y estaba todo cerrado.

Cogí el coche de vuelta (es distinto al de ida, es lo que tenemos los pudientes), y enfilé la nacional. Llevaba un crucero alto; no tanto como el Queen Mary II, pero sí más alto que el barco pirata de Playmobil.

Como no tengo control ("me pretan", que diría algún forero experto en profilaxis por sus onanismos deluxe), acostumbro a llevar de acompañante a un amigo con fobia a la velocidad, como el de juan-1 en el Jarama.

"Te van a multar, vete más lento... cuidado que puede salir Richard Clayderman en su piano sin control".

Y de repente, cruzo el horizonte, y veo a un coche de la ertzaintza dándome el alto. Momento de pensar rápido... ¿me paro o piso a fondo y me convierto en un fugitivo atractivo?

Decido parar, porque no tenía gasolina suficiente como para llegar hasta México.

"¿Ves como te iban a parar? ¿Ves, ves?" me dijo mi amigo, dándome un inesperado apoyo.

"Calla y esconde los cd piratas. Yo voy borrando los radares del tomtom"

"¿Y qué hago con las drogas?".

"Ná, ésas déjalas ahí, que en eso no creo que se metan".


En medio del revuelo, llega el ertzaintza.

"Hola, buenas tardes, aparque el coche en el arcén" me sugiere.

"¿A que es por ir muy rápido? Ya se lo estaba diciendo yo agente" comentó alegremente mi acompañante.

"¿Eh? No, no, estamos haciendo un control de alcoholemia"

"¿Y por qué sólo a mí?, ¿Ha visto al del GTC con los espejos cromados? Iba comiéndome el culo todo el rato, a velocidad altamente ilegal" le dije en mi defensa.

"Estooo... ¿por qué está aparcando en batería en el arcén?" dijo, ajeno a mi pregunta.

"Porque estoy harto de los que aparcan al toque".

"Aparque bien por favor. ¿Ha bebido algo?"

"Bueno, de joven sí que bebía mucho. Sobre todo un cóctel que se llamaba 'tócame los huevos'. Si se refiere a hoy, no, sólo un txakolí"

"Ya, eso dicen todos"

"En serio agente, que yo jamás conduciría habiendo bebido. Además estaban cerrados los bares"

"Deme los papeles del coche, por favor"

"Ahí tiene, asegurado y todo, que más vale prevenir"

"Estooo, ¿cuándo ha pasado la última ITV?"

"Pues no la tiene que volver a pasar hasta... mire la pegatina del cristal... huy no, que no la llevo puesta, que hace feo. Ahí en la hoja lo pondrá".

"Noviembre de 2007 pone"

"Pues ni usted ni yo somos nadie para contradecir a un papel arrugao"

"Vaya al furgón"

"¿Así directamente?, ¿sin dar positivo ni nada? Tengo derecho a un abogado digno y a permanecer en silencio"

"Sí, permanezca en silencio por favor. Vaya al furgón porque allí está el alcoholímetro"

Voy hacia el furgón con la mosca detrás de la oreja (se me había caído una cacota de paloma y atraía a los insectos), y miro de reojillo como mi acompañante habla con el ertzaintza, comentándole seguramente algo de mi medida de gomas no homologada (anda que no tengo que patear sexshops...), mi xenon ilegal, mis muelles sin homologar, la vez que meé en el ayuntamiento...

Subo al furgón y veo que tienen un maquinón enorme, como un polígrafo, pero incluso más veraz.

"¿Esto hace lo mismo que los alcoholímetros tamaño boli que venden en los chinos?" preguntó mientras lo toqueteo -al alcoholímetro, no al agente-.

"Sasto, pero es incluso más preciso. Sople por favor"

"Vale, pero voy a soplar de verdad, no como esa gente que hace como que sopla y vosotros decís 'un poco más, un poco más'".

"Como quiera"

"Bffff" -es onomatopeya de soplido, no que se me escaparan gases al hacer fuerza-.

"Vale ya, pare, pare. Que pareee" dice el experto alcohólico mientras mira como la pantalla pone 'completed'.

"Como vea, me quedaba todavía bastante aire. Si tiene por ahí alguna colchoneta, éste es el momento".

La maquinota ponía "analizing" y al rato pone "0.0".

"Muy bien, 0.0. Puede irse"

"¿Cómo que 0.0? Eso está mal, que me he tomado un txakolí. Exijo un contranálisis, además te digo una cosa, dos escopetas tengo".

"Bueno, es que eso depende de como metabolice cada uno"

"Ah vale, es que a mí el alcohol, de tanto tomarlo, ya casi no me afecta. Como los porros".

"Pues enhorabuena"

"Estooo, una cosita, con lo grande que es esa máquina... ¿tendrá impresora no?"

"Pues sí, pero no la usamos casi nunca"

"¿Me puede dar el ticket por favor? Para enseñárselo a mi madre y eso"

"Ehhh, bueno..."

Y le dio al botón de imprimir, y aquel trasto se tiró unos dos minutos haciendo ruido infernal, y nosotros en silencio...

"Pues... parece que va a mejorar el tiempo"

"Pues sí... ¿a qué piso va? Huy perdón, la costumbre"

Al final me da el ticket, lo cojo -el ticket, no al agente-, le doy la mano y le deseo suerte con su máquina (digo yo que será un autónomo que se la ha comprado por ebay y le contrata la policía).

Vuelvo al coche y veo al otro ertzaintza agachado mirando la medida de mis ruedas. Afortunadamente, las Eagle F1 se comen todo el flanco y está medio borroso

"Eh tú, tú. Chincha rabiña, mira el ticket, 0.0, y tú que no te lo creías" le comento, haciendo gala de mi corazón maduro.

"Muy bien hecho. Hala, váyase ya".

"¿Puedo salir por delante haciendo slalom entre los conos?"

"Mejor que no, dé vuelta".

Y di vuelta y volví a Gernika a tomarme otro txakolí, que total, ya tenía justificante de "sobrio" (es coña lo de beber; di vuelta, pero jamás se me hubiera ocurrido que me volverían a parar... y esta vez iba a ser mucho más emocionante ).

Continuará, que me tengo que ir. Pero recordad siempre estos dos consejos: "si bebes, no conduzcas", y "no martini, no party".